El ejercicio puede mejorar la calidad de vida de las pacientes con cáncer de mama metastásico

Por Administrador SESPM

El ejercicio puede mejorar la calidad de vida de las pacientes con cáncer de mama metastásico

Fuente: www.immedicohospitalario.es

Entre las pacientes con cáncer de mama metastásico, las que tomaron parte en un programa de ejercicio estructurado de nueve meses manifestaron menos fatiga y una mejor calidad de vida en comparación con las que no se sometieron al programa de ejercicio, según los resultados del ensayo PREFERABLE-EFFECT presentados en el Simposio sobre Cáncer de Mama de San Antonio (Estados Unidos).

El cáncer de mama y sus tratamientos pueden causar efectos secundarios, como fatiga, náuseas, dolor y dificultad respiratoria, que pueden disminuir la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) de la paciente. Para las pacientes con enfermedad metastásica, es crucial optimizar su capacidad funcional, explica la doctora Anne Mayprofesora del Centro Julius de Ciencias de la Salud y Atención Primaria del Centro Médico Universitario de Utrecht (Países Bajos).

Optimizar la calidad de vida es, por supuesto, importante para todo el mundo, pero especialmente para los pacientes con enfermedad metastásica que se someten a un tratamiento continuo –señala May–. Al mejorar la calidad de vida mediante un mejor tratamiento de los síntomas, podemos ayudar a los pacientes a disfrutar mejor de su vida personal, social y, en su caso, laboral”.

Los investigadores han evaluado previamente los efectos de los programas de ejercicio en pacientes con cáncer menos avanzado, descubriendo que benefician la CVRS y los niveles de energía de los pacientes.

Sin embargo, según May, aún no se ha comprobado rigurosamente si estos beneficios también son aplicables a los pacientes con enfermedad metastásica. Añadió que puede ser necesario un programa de ejercicio más prolongado para los pacientes con enfermedad metastásica, ya que su tratamiento suele prolongarse durante periodos mucho más largos.

May y sus colegas inscribieron a 357 pacientes con cáncer de mama metastásico en el ensayo PREFERABLE-EFFECT, una colaboración entre instituciones de Alemania, Polonia, España, Suecia, Países Bajos y Australia.

Todas las participantes en el ensayo recibieron un dispositivo de seguimiento de la actividad física y consejos genéricos sobre el ejercicio; 178 pacientes fueron asignadas aleatoriamente a sesiones de ejercicio supervisadas dos veces por semana durante nueve meses, con ejercicios de equilibrio, resistencia y aeróbicos (una sesión semanal podía realizarse en su lugar a través de una aplicación de ejercicio durante los tres últimos meses).

En el momento de la inscripción y después de tres, seis y nueve meses, se encuestó a los participantes utilizando el Cuestionario de Calidad de Vida de la Organización Europea para la Investigación y el Tratamiento del Cáncer (EORTC-QLQ-30), un cuestionario exhaustivo que evalúa la calidad de vida física, mental, emocional y económica de los pacientes.

Además, se utilizó el cuestionario EORTC-FA12 para evaluar la fatiga multidimensional de los participantes. Cada cuestionario se puntuó de 0 a 100. Las puntuaciones más altas en el EORTC-QLQ-30 indicaban una mejora de la CVRS y las puntuaciones más altas en el EORTC-FA12 indicaban niveles más altos de fatiga.

Los investigadores también evaluaron la forma física mediante la prueba de la rampa empinada, en la que se pedía a los participantes que montaran en una bicicleta estática con niveles de resistencia crecientes hasta el agotamiento voluntario.

A los tres, seis y nueve meses, respectivamente, los pacientes asignados a la intervención de ejercicio tenían puntuaciones medias de CV-CV superiores en 3,9, 4,8 y 4,2 puntos a las de los pacientes del brazo de control.

Los pacientes que participaron en la intervención de ejercicio tenían puntuaciones EORTC-FA12 que eran 3,4, 5,3 y 5,6 puntos más bajas (lo que indica una disminución de la fatiga) a los tres, seis y nueve meses, respectivamente, en comparación con las de los pacientes del brazo de control. Todas las diferencias fueron estadísticamente significativas.

A los seis meses, los pacientes asignados a la intervención de ejercicio también informaron de puntuaciones significativamente mejores en subescalas importantes del EORTC-QLQ-30, en comparación con los del brazo de control, incluido un aumento de 5,5 puntos en el funcionamiento social, una disminución de 7,1 puntos en el dolor y una disminución de 7,6 puntos en la dificultad para respirar.

En la prueba de rampa empinada, los pacientes del brazo de ejercicio alcanzaron una resistencia máxima media 24,3 vatios (13%) superior a los del brazo de control.

May y sus colegas descubrieron que la intervención de nueve meses no sólo fue eficaz, sino que también puede haber fomentado el cumplimiento a largo plazo.

Creemos que un programa de nueve meses ayuda a las pacientes a incorporar el ejercicio a su rutina —explica–. Muchos pacientes siguieron haciendo ejercicio más allá de los nueve meses; el ejercicio se convirtió en parte de su vida cotidiana y de sus regímenes de tratamiento del cáncer”.

Basándose en estos hallazgos, May sugirió que los médicos y las enfermeras deberían recomendar de forma rutinaria el ejercicio supervisado a las pacientes con cáncer de mama metastásico y que los responsables políticos y las compañías de seguros deberían garantizar la cobertura de los costes de los programas de ejercicio.

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