Fuente: www.larazon.es
Los expertos han dado la voz de alarma: cada vez se diagnostican más casos de cáncer de mama postparto. Aunque su nombre conduzca fácilmente a interpretaciones erróneas, no es un cáncer que aparezca en las mujeres que están embarazadas o acaban de dar a luz, si no que son tumores «con características moleculares diferenciales» que se producen hasta 10 años después de haber parido. El Grupo Español de Investigación de Cáncer de Mama (GEICAM) advierte de que el cáncer de mama postparto va en aumento y que ya se diagnostican 5.000 casos al año en mujeres menores de 45 años.
Una de las principales líneas de investigación para hacer frente a este tipo de cáncer, que tiene un pronóstico particularmente agresivo, es la leche materna. Y en eso trabaja el proyecto Hera, impulsado por el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic). «Queremos determinar si es factible encontrar en la leche materna biomarcadores que permitan predecir qué mujeres tienen más riesgo de desarrollar cáncer de mama y así establecer estrategias personalizadas que permitan un diagnostico precoz». Para llevar a cabo el estudio se necesita contar con al menos 2.000 muestras de mujeres lactantes, por lo que se han dispuesto puntos de recogida en todas las provincias andaluzas. Hasta el momento, con 1.500 donaciones, se ha logrado el 75% de la captación requerida.
Las asociaciones de pacientes, clave
La doctora Ciruelos señaló la importancia de las asociaciones de pacientes a la hora de obtener información de calidad sobre el cáncer de mama. “Llegan adonde los médicos no llegamos”, dijo en referencia al hecho de lo limitado del tiempo que los médicos pueden dedicar a los pacientes en consulta. La importancia que han cobrado estas asociaciones justificaba la segunda mesa redonda de la jornada, titulada Asociaciones de pacientes: qué son y cómo puedo unirme, donde participaron la psicooncóloga Susana Garrido, Marcelo Ruiz Torres, de la Asociación AMOH y Estefanía García y Silvia López, de la Asociación MIRA-T. En la mesa se habló de qué hacen exactamente este tipo de asociaciones, y también de cuáles son los beneficios para los pacientes de acercarse a ellas. La importante labor de información y acompañamiento que realizan ocupó el primer plano durante la media hora que duró la sesión.
¿Deporte en el cáncer de mama?
La tercera y última mesa redonda rompió con otro mito muy extendido, el de que las mujeres que sufren cáncer de mama deben entrar en una especie de estado ‘suspendido’, enclaustrarse en sus casas mientras dure el proceso y convertirse en criaturas permanentemente abrazadas a un cojín de su sofá. La ginecóloga y divulgadora Mercedes Herrero, la especialista en oncología radioterápica Raquel Ciérvide y la doctora Beatriz Fuertes (HM CIEC) fueron las encargadas de romper con esa imagen estereotipada y que no resulta de gran ayuda a las mujeres que atraviesan la enfermedad.
En la mesa se habló de la importancia del ejercicio físico y la nutrición tanto en la prevención como en el tratamiento del cáncer de mama. Respecto a la primera, “la concienciación social de que el cáncer es ya la primera causa de muerte en Occidente, y que uno de cada tres casos de cáncer es evitable mediante estilos de vida saludables, es necesaria desde la infancia y adolescencia en nuestro sistema educativo”, había destacado previamente la Dra. Ciruelos.
En cuanto al segundo, el tratamiento, se habló sobre cómo hacer compatible la vida durante el cáncer de mama con el deporte, y los beneficios de éste sobre la salud física y mental. Como es bien sabido, la práctica del ejercicio físico (y no hablamos de escalar el Everest, sino de movilizar el cuerpo, lo que puede empezar por comprometerse con una buena caminata diaria) tiene efectos beneficiosos sobre el organismo que empiezan por la liberación de endorfinas, sustancias generadas por nuestro cuerpo que funcionan en el cerebro como un analgésico natural. El ejercicio, sumado a una buena alimentación (lo que no tiene por qué ser sinónimo ni de desagradable ni de aburrido), pueden convertirse en un gran cómplice de los tratamientos. Todo es ponerse. En este caso, contra el cáncer.
Las prótesis… no son para siempre
Fueron varias las asistentes al evento que se interesaron por las prótesis de mama, cuáles eran mejores, cuáles las compatibles con la radioterapia, cuál era su duración y qué hacer en caso de rotura (una de las asistentes estaba atravesando esa situación). Al respecto, durante la primera mesa de la jornada, los especialistas transmitieron ideas muy interesantes. La primera: que no existen las prótesis para siempre o a prueba de bombas. Según el doctor Israel Iglesias, especialista en Cirugía Plástica vinculada al cáncer de mama, pese a lo que puedan decir los fabricantes, ninguna prótesis dura eternamente, ya que, sencillamente, se desgastan y se fragilizan con el tiempo. De media, calculó que la duración de una prótesis es de 15 años. Lo que no significa, puntualizó en respuesta a una pregunta de una de las asistentes, que haya que pedir ‘recambio’ al cumplirse ese plazo. “Creo que si la prótesis está bien y no da problemas no hay que cambiarla”, explicó. También explicó cómo en los casos en que se ha tratado la mama con radioterapia, la tendencia es a evitar las prótesis de silicona y a realizar las reconstrucciones con tejido propio -principalmente grasa y piel extraídos del abdomen si ello es posible- porque una mama radiada suele ser más reactiva a los cuerpos extraños (como son las prótesis de silicona) y las posibilidades de que los encapsule aumentan en gran medida. Cuando una paciente contó que recientemente se había roto su prótesis y expresó su preocupación por que la silicona se extendiese por su cuerpo, el doctor Iglesias la tranquilizó. Por supuesto, explicó, esa prótesis había que cambiarla, pero en ningún caso la silicona iba a extenderse sin control por el cuerpo, ya que las actuales ya no contienen líquido, sino un gel cohesionado. Sí que es posible, dijo, que en una situación así partículas de silicona acaben desprendiéndose de la prótesis, y lo más habitual es que acaben en los ganglios de la axila, pero, insistió, ningún estudio de los realizados hasta la fecha ha revelado que esta situación resulte dañina para la paciente.